Este blog surge por la necesidad quizás vanidosa, quizás urgente, de compartir mis textos, aquellos que pretenden ser un ejercicio literario y que también, sin querer ser confesionales, llevan algo de mi propia intimidad, de esa que va más allá de los hechos, las historias, los sujetos y tiene que ver con esa zona oscura, a veces innombrable, que es común al alma humana. En este sentido hay voces femeninas que me atraen poderosamente, algunas hace tiempo conocidas, otras recién descubiertas, poetas consagradas que también llenarán este espacio, voces con las que me siento identificada, aunque no comparta con ellas ni la tragedia de sus vidas, ni el exquisito dominio de la forma y la palabra. Tal vez porque las heridas son siempre de amor con diferentes grados de profundidad y gravedad y las cicatrices, de batallas ganadas o perdidas, pero siempre de lucha a muerte.
El clan de la cicatriz, hace referencia a la condición femenina explicada por Clarissa Pinkola Estés en su libro Mujeres que corren con los los lobos, en la cual mujeres de todos los colores, naciones y lenguas a lo largo de los siglos, han hecho frente a sus heridas, dolores, vergüenzas... y pueden contarlo con orgullo. Para mí la palabra hablada y escrita es vehículo de redención.
Escarlata es a la vez tejido, que nos conecta o nos arropa y color, que representa el sacrificio, la sangre, el desgarramiento, pero también la pasión, la vida vibrante, el hambre y el deseo.
Voces escarlatas del clan de la cicatriz es un homenaje a mujeres poetas o aprendices de poeta que han considerado que temas tan antiguos como el amor, el desamor, la muerte, la desolación, el vacío, la ausencia, siguen siendo respetables y esenciales en el camino del ser humano en general y de la sensibilidad femenina en particular, más allá de los tópicos machistas.