hasta ser milenios extendido en su humedad.
Milenios de soledad son los que pesan en mi cuello,
en mi garganta que canta la partida de lo nuestro.
Este amor será luego tinta, carta en el éter de todo lo dicho,
un elefante olvidado por la tierra,
volando sin gravedad
y angustiado por ello,
tan lleno de memoria que duele,
sin el recorrido,
sin el ancla de sus pasos.
Hoy me pesa la madera de mis valles,
noto los árboles caídos, y las flores;
las que viven aún,
están respirando el aliento que me queda.
No sé adonde se fueron mis ríos,
ni qué criatura salvaje asustó mi eco,
ése que solía volver a mi hombro
después de alzar vuelo y recorrer lo imprevisto.
Aquí estoy hurgando en la arcilla del planeta,
encontrando a ratos algunos de mis huesos,
a ratos, los fragmentos astillados de mi juicio.
Isabela Méndez
(De la serie de poemas de Nueva York – 2003)
(De la serie de poemas de Nueva York – 2003)