Una calma fría
de dedos negros y voraces
que nos alcanzan por la espalda
Una herida que se abre
y se llena de carne hinchada
formando cicatriz en la tierra.
Después de la pérdida absoluta
de la tabla rasa
la vida continúa
con o sin nosotros
en ese tiempo circular del segundero
que no repara en lutos ni silencios.
Esa vida que se posa por instantes
y luego se va sin avisar
como el vuelo errático de una mariposa
sin que sepamos bien de dónde viene y a dónde se va
Tan ligera tan frágil.
Se acabó el anhelo de infinito
el temor al polvo y al olvido
la angustia de ser indispensables
el cansancio de ser humanos
tanta lágrima y deseo insatisfecho
tanto suspiro y afán inútil.
Los días pasarán y olvidaremos
como lo han hecho desde siempre
vivos y muertos
sin poder decir yo, tú, él o nosotros
sólo nada, nadie, ninguno, nunca.
Mientras, aquí, revivir el recuerdo
antes de que también se lo lleve la oleada
tratar de asir con desespero los nombres, los rostros
la memoria borrosa que se escurre de a poco
a golpe de agua y de viento helado
quedando solamente este rumor de muerte que se empoza en el alma.
N. Pinillos