Carteles de Rafal Olbinski

domingo, 28 de octubre de 2012

Quiero escribir el borrón rojo de sangre


Quiero escribir el borrón rojo de sangre
con gotas y coágulos que gotean
de adentro para adentro.
Quiero escribir amarillo oro
con rayos de translucidez.
Que no me entiendan
poco me importa.
No tengo nada que perder.
Me juego todo en la violencia
que siempre me pobló,
el grito áspero y agudo y prolongado
el grito que yo,
por falso respeto humano
No di.
Más aquí está mi berreo
rasgándome las profundas entrañas
de las que brota el estertor ambicionado.
Quiero abarcar el mundo
con el terremoto causado por el grito.
El clímax de mi vida será la muerte.
Quiero escribir intuiciones
sin el uso abusivo de la palabra.
Sólo resta quedarme desnuda:
No tengo nada más que perder.
Clarice Lispector
Traducción : N. Pinillos


versión original:

Quero escrever o borrão vermelho de sangue

Quero escrever o borrão vermelho de sangue
com as gotas e coágulos pingando
de dentro para dentro.
Quero escrever amarelo-ouro
com raios de translucidez.
Que não me entendam
pouco-se-me-dá.
Nada tenho a perder.
Jogo tudo na violência
que sempre me povoou,
o grito áspero e agudo e prolongado,
o grito que eu,
por falso respeito humano,
não dei.
Mas aqui vai o meu berro
me rasgando as profundas entranhas
de onde brota o estertor ambicionado.
Quero abarcar o mundo
com o terremoto causado pelo grito.
O clímax de minha vida será a morte.
Quero escrever noções
sem o uso abusivo da palavra.
Só me resta ficar nua:
nada tenho mais a perder.

Clarice Lispector

lunes, 1 de octubre de 2012

La patria


Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.

María Mercedes Carranza

Casa viva


Como un fantasma deambulo por mis recuerdos
sólo me queda la sombra que se diluye en la casa amada
como un viento frío y lejano me acerco para mirar por última vez la pared roja!
Mi voz como un eco retumba agonizante por la escalera
mis pasos ya no se sienten
mi sonrisa ya no se refleja en la ventana
mis lágrimas sólo logran empañar el cristal
y ya no quedan vestigios de mis flores en el balcón
Mientras...
afortunadamente,
siguen floreando la cayena blanca, la cayena roja
y el cerezo!

Natalí Rocha Capiello

lunes, 26 de marzo de 2012

Heridas

Cuando la herida cierra
sus labios se comen la brecha.
La aguja hiere lo justo,
para unir.
Cada puntada un escalón
que nos lleva hacia el alivio,
o un camino entre la piel
para transitarlo y recordar
que con ese dolor,
también hemos podido.

Isabela Méndez

jueves, 1 de marzo de 2012

Lamento de cuna a dos voces

A Lucas, por la concesión

El cuatro que cuido tiene una herida
Soy su dueña por defecto
su guardiana distraída y  curandera
Lo vi partido en dos
como he visto a mi corazón tantas veces
rajado a golpe seco, escalera abajo
maldiciendo su madera frágil
Mi costado también tiene cicatrices
vacíos que modifican mi resonancia
Compartimos ese azar que te cambia la vida en un instante,
Me duelen sus cuerdas destempladas
su desamparo de niño lánguido
Mi voz lastimera sale de su boca abierta y oscura
canta una nana, un polo, una tonada
Mis dedos aprietan sus cuerdas, rozan su cicatriz
a veces con torpeza pero siempre con amor
Amor que ondea de retorno a mis oídos
Maltrecho me arrulla
En  brazos lo acuno
Ya no lloro.

N. Pinillos

martes, 21 de febrero de 2012

El corazón

Cuarenta años han dejado nudos y sospechas
y un cielo turbio donde envejecen sin remedio
el sol, la dicha y las palabras.
Lo cruzan calles ahora sin olores ni mediodías;
a veces el esplendor de un nombre
se pudre como saliva o como flor.
Ausencias y desamores son raíces secas,
ya sin rabia ni belleza.
Ha hecho suyas algunas cosas muertas:
las risas, las caricias y las cenizas de una tarde
el sabor del domingo a los diez años,
ciertos versos celestinos y necesarios,
algunos cuerpos usados con ternura.
Allí el futuro está de sobra
como el polvo en los muebles de la casa
y sólo una certidumbre sobrevive:
el deseo incancelable de estar siempre en otra parte.
Una lluvia bogotana, leve y gris, cae sin parar.
Cementerio de sueños, pobre corazón,
nada inmortal lo habita.

María Mercedes Carranza

viernes, 27 de enero de 2012

Conversación con la piedra

Toco a la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Quiero meterme en ti,
mirar alrededor,
tomarte como si fueras aire.

—Vete —dice la piedra.
Estoy herméticamente cerrada.
Incluso hecha pedazos
estaremos herméticamente cerradas.
Aun pulverizadas
no admitiremos a nadie.

Toco a la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
Vengo por curiosidad pura.
La vida es la única ocasión.
Quiero recorrer tu palacio
y luego visitar a la hoja y a la gota de agua.
Tengo poco tiempo para todo.
Mi mortalidad debería conmoverte.

—Soy de piedra —dice la piedra.
Imposible perturbar mi seriedad.
Vete de aquí.
No tengo músculos para la risa.

Toco a la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
He escuchado que hay en ti grandes e inhabitadas salas,
hermosas en vano, nunca vistas,
sordas, sin el eco de los pasos de nadie.
Reconoce que tú misma poco sabes de ello.

—Grandes e inhabitadas salas —dice la piedra—
pero no hay lugar en ellas.
Hermosas, tal vez, pero no para el gusto
de tus pobres sentidos.
Puedes reconocerme, pero no me conocerás nunca.
Dirijo hacia ti toda mi superficie,
interiormente permanezco de espaldas.

Toco a la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No busco en ti refugio eterno.
No soy infeliz
ni carezco de techo.
Mi mundo merece el retorno.
Entraré y saldré con las manos vacías
Y como prueba de que estuve de verdad en ti
no presentaré mas que palabras
en las que nadie creerá.

—No entrarás —dice la piedra.
Te falta el sentido de la participación.
Ningún otro sentido sustituye al de ser parte.
Ni siquiera la vista omnividente
te servirá de nada sin el sentido de ser parte.
No entrarás, apenas tienes una idea vaga de ese sentido,
estará en germen en ti, tendrás su imagen.

Toco a la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.
No puedo esperar dos mil siglos
para estar bajo tu techo.

—Si no me crees —dice la piedra—
dirígete a la hoja y te dirá lo que yo.
A la gota de agua y te dirá lo que la hoja.
Pregúntale al final a un cabello de tu propia cabeza.
La risa me revienta, la risa, una risa enorme
con la que no sé reírme.

Toco a la puerta de la piedra.
—Soy yo, déjame entrar.

—No tengo puerta —dice la piedra.
 

Wislawa Szymborska